Hace
tan sólo unos días fallecía Gabriel García Márquez, uno de los grandes
escritores del siglo XX, famoso y destacado tanto entre la crítica como para el
gran público. Su gran éxito en el campo de la literatura, con obras clásicas
como Cien años de Soledad o El amor en los tiempos del cólera que le
catapultaron hacia el Premio Nobel en 1982, hace que muchas veces nos olvidemos
de la faceta de periodista del colombiano, un enamorado del reportaje.
No obstante, su estrecha relación con el
periodismo está presente en su obra literaria, con creaciones como Noticia de un secuestro, Relato de Un Náufrago y, sobre todo Crónica de una muerte anunciada, que incluyen elementos autobiográficos
investigados por el propio García Márquez, quien llevaba a cabo un trabajo periodístico
recopilando estos hechos que luego aparecían mezclados con otros fantásticos en
el realismo mágico que caracteriza a este escritor.
En sus composiciones encontramos un rasgo
que evidencia su vocación periodística: la veracidad y el realismo eran siempre
tan importantes como la estética y la apariencia, aunque luego deformase lo
real con pinceladas de ficción y fantasía. Un solo dato falso arruinaría toda
la credibilidad de una obra, aunque García Márquez no se limitaba la búsqueda
de la precisión en los contenidos, sino también en la forma, cuidando cada
palabra de sus libros y buscando un equilibrio perfecto, como si de una sinfonía
se tratase.
En sus últimos años, García Márquez se
centró en transmitir a los jóvenes su pasión y vocación por el reportaje. Lo
más importante para él era buscar una historia que apasionara a quién la
firmaba, pues era el único modo de que enganchase al lector transmitiéndole
todo su interés. Este sentimiento y emoción eran lo que para García Márquez
distinguía a la noticia del reportaje, un género periodístico mucho más
personal y, por tanto, cercano a la literatura en la que tanto destacó.
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